
Leopoldo Brizuela fue un escritor que tempranamente irrumpió en el campo literario argentino, obteniendo el Premio Fortabat de Novela 1985 y su trayectoria se proyectó de la órbita local al orden nacional en un recorrido impetuoso que culminaría en su definitiva consagración internacional.
La poética de Leopoldo Brizuela (1963-2019) diera toda la impresión de que se fuera expandiendo, amplificándose a partir de inflexiones musicales, como si sus rumbos adoptaran la forma tonal de una partitura. Porque a los inicios en torno de la musicología, que lo acercan a Leda Valladares, le proseguirán una serie de libros en estrecha relación, desde lo verbal, con esa vertiente artística. En efecto, tal experiencia queda plasmada en sendos libros de diálogos con cantoras del folklore argentino. Será su primera apuesta al género: la recuperación de un legado ancestral coral femenino. Su poemario Fado (1995) abrirá otro ciclo que lo proyectará de modo potente hacia el universo creativo de Portugal con su novela Lisboa. Un melodrama (2010). La llegada al universo lisboeta también estará estrechamente ligada a un subsidio obtenido gracias al gobierno de Portugal para el estudio de la cultura de ese país.
Estas iniciativas como melodías anuncian siempre el contorno de una poética desafiante de culturas literarias centrales de tradición letrada milenaria. Porque antes, con Inglaterra. Una fábula (1999, Premio Clarín de novela), Leopoldo Brizuela se planta frente al canon occidental más poderoso. Se mide, sin ser agresivo, con el liderazgo de William Shakespeare, el artista de la cultura literaria de Occidente por excelencia. Curiosamente, lo más notable de esa obra es que pese a pertenecer al género narrativo, de modo permanente está dialogando con el código semiótico del drama y la comedia, en tanto y en cuanto refiere los avatares de una compañía teatral en un largo periplo intercontinental. Inglaterra, nación imperialista por antonomasia, se ve puesta en jaque, colonizada de modo repentino por un sudamericano que deambula por una Londres bohemia de modo complemente inconsulto. Brizuela politiza entonces la ficción al punto de que en tanto que argentino no se deja arredrar por siglos de tradición literaria jerárquica. Y como narrador se permite diseñar en el teatro de la escritura su propia dramaturgia. Pero más aún, Brizuela siempre se muestra como un vigoroso conocedor del patrimonio del que se apodera, saqueándolo para llevarlo del centro hacia la periferia. No obstante, ese movimiento resulta engañoso. En verdad está realizando la operación completamente inversa: conduciendo la tradición americana hacia los países centrales, que traducen su literatura a las lenguas con que históricamente ha hablado el poder.
En lo relativo a sus operaciones en directa relación con el género, habrá una doble apuesta. Por un lado, intervenciones editoriales y ensayos o artículos en torno de la tradición femenina a nivel mundial y nacional (Sara Gallardo, Luisa Mercedes Levinson, María Elen Walsh, entre otras), hasta la sistematización de cuentos sobre el deseo homosexual en la literatura argentina en una antología pluralista que contiene a autores y autoras de distintas identidades de género, también heterosexuales. En esa antología deja en claro que representación del deseo homoerótico no es sinónimo de elección de objeto de deseo.
Otros corpus de Brizuela entabla un coloquio con lo identitario nacional, más concretamente con un texto fundacional paradigmático. Estamos ante otra clase de deseo: el de la cautiva hacia el aborigen. Y a la inversa, el del bárbaro (retomando una larga tradición del género gauchesco) hacia la pequeña blanca. Me refiero a su nouvelle El placer de la cautiva. Brizuela restituye dignidad al sustrato de los pueblos originarios mediante la transposición a la jerarquía ficcional protagónica en el seno de una narrativa propiamente nacional ya entrado el siglo XXI también en otro libro: Los que llegamos más lejos, esta vez de cuentos. El ciclo se cierra, a modo de despedida triunfal, con sus últimas novelas consagratorias, Una misma noche (2012, Premio Alfaguara) y Ensenada. Una memoria (2018). Allí autor y poética se ven implicados entre compases histórico/políticos y autobiográficos. La toponimia de La Plata, su gloria y su cizaña. La figura en el tapiz es nítida: un trabajo con los silencios, los secretos, las mentiras y el gesto inusitado de la rebelión más perenne.

Adrián Ferrero
Nació en La Plata en 1970. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Narrador, poeta e investigación, ha editado una compilación de narrativa argentina y un libro de entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas, que obtuvo una Mención de la Secretaría de Cultura de la Nación. Becario de la Universidad Nacional de La Plata, ha publicado trabajos académicos en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile. Cuentos suyos han sido publicados en revistas académicas de EE.UU. en español o en traducción al inglés. Ha sido distinguido con numerosos premios, entre ellos en el Concurso Ana Emilia Lahitte de la SADE Filial La Plata, en el género ensayo.