
Rega Molina fue un poeta que, como Horacio Núñez West y otros escritores de la Generación del 40, trabajaron para poner en palabras la identificación del hombre y el suelo bonaerense, como se ve en la Oda provincial, de la que se cumplen 80 años.
En este 2020 se conmemoran 80 años de la aparición de dos libros del nicoleño Horacio Rega Molina (1899 – 1957): Oda provincial y Sonetos con sentencia de muerte. Siempre recordado en la ciudad en la que nació, supo ser valorado también en La Plata gracias al trabajo del doctor Atilio Milanta, que fue presidente de la SADE local en los años 70 y en la actualidad miembro del Consejo de Honor. Atilio Milanta fue también el fundador del Instituto Rega Molina, al que el autor de esta nota tiene el privilegio de pertenecer.
Rodolfo Moleiro, un poeta venezolano desaparecido en 1970, escribió en un poema titulado “Paraje extremo” estos versos, que parecerían referirse a Horacio Rega Molina: Ansías un cantar / esperas un rumor / de río o de pueblo. En estos sencillos versos se encuentran las tres palabras claves desde las cuales pretendemos referirnos a la poesía de Rega Molina: cantar, río, pueblo.
Poesía y canto son palabras asociadas desde la antigüedad, pero no a cualquier obra poética se le puede adjudicar la dimensión del canto. El canto tiene que ver con la música, la música externa o interna de la poesía. Rega Molina, en uno de sus escritos en prosa, recordaba que “Mallarmé, que orquestó sus versos como para instrumentos de cuerda y de viento, no amaba la música… Tal malquerencia no es impar. Líricos de sonido propio le han negado sus tímpanos y algunos como don Miguel de Unamuno, le han puesto orejas coléricas. Pero, a pesar de tan ilustres incrédulos, las imágenes musicales, que abren en la despierta realidad su entresueño, seguirán enlazadas a las figuras poéticas”.
No es el caso, precisamente, de nuestro poeta nicoleño. Rega Molina fue de los que crearon poesía con sentido de canto, desde la musicalidad rítmica de los versos medidos y rimados hasta sus últimas composiciones en verso libre, pero no por ello ajeno al ritmo y la musicalidad. No fue la improvisación, como observara la crítica, lo que lo llevó a intentar esas nuevas formas, sino la necesidad de darle el continente adecuado a un contenido que se venía transformando, haciéndose sintético y apretado, “más hueso que fruto”, diría Soler Cañas, pero sin perder en hondura ni decoro verbal.
Si hay una música interior que convierte en canto la poesía de Rega Molina, es aquella que está compuesta con los rumores de río y de pueblo, como dicen los versos de Rodolfo Moleiro. Decir río en la poesía de este nicoleño es decir Paraná; decir pueblo es decir San Nicolás de los Arroyos. Casi toda su música está compuesta con estas notas, ejecutada sobre estas dos cuerdas. Como podemos comprobarlo en estas estrofas de su Oda provincial, cuyos 80 años celebramos: Aquí digo de pueblos y de villas / las certidumbres y los desengaños / con que rueda, sin cauce y sin orillas, / el río innumerable de los años. // Canto a mi pueblo, que une junto al río / la eternidad del agua y de la piedra. / Pueblo de mis mayores, pueblo mío. / Hiedra en mi cuna y en mi tumba hiedra.
Rega Molina habla del Paraná y de San Nicolás de los Arroyos, pero indudablemente habla a la vez de otras cosas. El Paraná, a veces también el Arroyo del Medio, son la objetivación de ese río interior en el que el alma del poeta busca anclaje, símbolo de devenir, pero también de eternidad. Por eso escribió: No importa que un caudal a otro suceda, / pues como el tiempo frente al infinito, / las aguas pasan, pero el río queda. Y también este cuarteto: Muy cerca el oro adicto le acompasa / la soledad de su corriente ciega / con actitud de tiempo que no pasa, o más aún, de tiempo que no llega.
Este cantar, este río, este pueblo, no son realidades grandilocuentes. La música del poema no es estridente, sino que se mantiene, para decirlo con palabras del propio Rega Molina, “en esa indispensable medianía”. Poco importa si el río trae mucha o escasa agua, porque lo sustantivo son las inquietudes metafísicas que despierta: ¿Cuál era su nacer? / ¿Cuál su destino, dónde el fin estaba? se pregunta Rega Molina viendo correr la “torpe correntada” del Arroyo del Medio. Y el pueblo que ha medrado a orillas del río puede de pronto reducirse a su mínima expresión, a la baldosa de la casa natal que Andrés del Pozo le enviara un día, como queda registrado en uno de los grandes sonetos de “Patria del campo”: Pequeño territorio donde apenas / cabe mi pie, y adolescente rosa / por su color; y por su forma, losa / del primer niño que se ahogó en mis venas. / En parecida soledad me encierro, / pues desde ahora todo lo que queda / fuera de esa baldosa es mi destierro.
Ricardo Massa escribió de nuestro poeta estas palabras que no podemos dejar de repetir: “Horacio Rega Molina va cantando a su pueblo natal de la provincia de Buenos Aires, entendiendo que toda la poesía del universo cabe en una gota de agua o en una espiga madura. Todo lo que es simple por pequeño y aparentemente insustancial por cotidiano, puede ser, sin embargo, motivo de altura espiritual cuando surge el artista capaz de tomar esos elementos y elevarlos a una verdadera jerarquización estética… La flor es una cosa y la colmena es otra. La miel puede tener el gusto de la flor inicial, pero no es ni la flor, ni la colmena, ni la abeja: es miel… Horacio Rega Molina nos ha demostrado, y con exceso, que cada cosa, por pequeña y cotidiana que sea, tiene una posibilidad de miel”.
En esto quizás radique la vigencia de Horacio Rega Molina, nuestro Antonio Machado bonaerense, como podríamos reverentemente llamarlo: en habernos dejado un cantar con rumor de río y de pueblo, elevados a la universalidad de la poesía. Y tal vez su vigencia se deba también a cierto don que observaba en su poesía Enrique Larreta: “Su magia suprema es la de hacernos sentir todo eso con alma infantil; la de hacernos vivir de nuevo aquellos domingos de la niñez, con olor a naranja entre los dedos”.

Guillermo Pilía
Graduado en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Poeta, narrador y ensayista con más de cuarenta años de trayectoria y treinta libros publicados. Recibió importantes premios nacionales y en el exterior y fue traducido a las principales lenguas. Es presidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Granada y ciudadano ilustre de La Plata. En la SADE, ocupa la Secretaría General de la Comisión Directiva nacional, es presidente de la filial La Plata y miembro de la SADE Atlántica Mar del Plata.