Reflexiones sobre los discursos sociales en la actualidad, desafíos y permanencias
Las primeras décadas del siglo XXI nos encuentran inmersos en sociedades globalmente comunicadas. Vivimos en el marco de una “sociedad de la información” que supone la fusión de sistemas telecomunicacionales y de procesamiento electrónico de datos. Las nuevas tecnologías constituyen el soporte a partir del cual los diferentes grupos sociales construyen sus representaciones.
Podemos hablar de una “transición de paradigmas comunicacionales”, de la transición de un paradigma sustentado casi exclusivamente en la cultura letrada, regido por el modelo del texto, a un paradigma de la comunicación multimediático e interactivo. En relación con los discursos, la evolución de esos nuevos paradigmas produce la aparición de nuevos soportes textuales y vías de acceso.
La actual comunicación social apela a muchos de los sentidos del ser humano en forma simultánea y global. Involucra lo multisensorial y la inmediatez, características que parecen coincidir con la psiquis de las generaciones videomáticas actuales. Ello produce un nuevo tipo de escritura (y de lectura, obviamente) diseñado a partir de huellas o marcas en cada uno de los textos, conectados con otros textos.
Asistimos, así, a nuevos modos de producción, recepción e interpretación de mensajes, a nuevas formas de construir bienes culturales.
Los nuevos modos de escribir y leer textos en la cultura actual, se han complejizado enormemente y resignifican la práctica de la lectura y la escritura. Problemática que excede lo meramente generacional y afecta a toda la sociedad presente y “por-venir”.
En estos años de “metamorfosis tecno-cognitivas” el procesamiento electrónico de la palabra, más que corromper la escritura han revelado su naturaleza: se ha superado la concepción de la escritura como un ente fijo, inmóvil, estático, y se la ha provisto de un dinamismo creciente, nunca antes imaginado. Un dinamismo que le permite la apertura a múltiples relaciones potenciales altamente significativas. No se trata ya de “fijar sentidos”, sino de abrirlos a infinitas virtualidades semánticas. En la actualidad, el procesamiento electrónico del texto nos permite la posibilidad de la re-escritura: la máquina funciona con el dinamismo de nuestro cerebro.
Sin dudas, la inclusión de la escritura literaria en las redes sociales es otra característica de nuestro tiempo. Este fenómeno ha socializado la tarea de escritura y ha establecido una relación más fluida autor-lector.
Es que, tanto la escritura como la lectura, son prácticas situadas históricamente.
Los textos, fragmentos de la producción social del sentido, no pueden constituirse fuera del horizonte de su época. “Nuestros sentidos, nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia abstracta tienen una edad de desarrollo que es la del período en que nacemos. Nacemos con la sensibilidad de esa época: la fase civilizatoria cuenta más de lo que cualquier aprendizaje pueda brindarnos” (Alejandro Piscitelli- “Ciberculturas”)
Hoy se escribe y se lee “de otra manera”, porque se piensa y se percibe la realidad de otra manera. Nuestra cosmovisión no es la de hace unas décadas. Por eso, enfrentarse a los textos actuales, supone el conocimiento y el uso de las herramientas culturales de nuestro tiempo. Con mayor razón si nos situamos en el terreno de la literatura, con una serie de innovaciones en recursos y estrategias: tomemos conciencia de las diferencias entre una prosa como la de Balzac – por poner un ejemplo – y una novela actual. Lo mismo puede decirse de la poesía.
Sin embargo, hay algo que permanece a través de los siglos, una escena desgarradoramente humana: el hombre en busca del sentido. Del sentido de su propia existencia, de su “ser” y “estar” en el mundo, de los misterios y de las utopías.
El hombre renueva cada día esa lucha, a través de diferentes caminos. Sin duda, el arte, la creación, es uno de esos caminos de búsqueda, pues involucra su cerebro, su cuerpo, su alma. Es verdad que el arte no va a cambiar el mundo, pero nos lo hace ver, sentir, imaginar de otra manera, va corriendo los límites de lo que cada uno es, y ya no somos los mismos.
Por eso, quienes estamos en el oficio de escribir no podemos obviar esa escena del hombre que lucha por seguir narrando, por ver el mundo, por construir sentidos, por mantener memorias. Ese hombre que lucha por seguir creando contracorriente de quienes subestiman su labor o en medio de una sociedad que padece tremendos males: la violencia, la grieta social, la orfandad de normas y valores.
Como integrantes de una institución que nuclea escritores, debemos asumir el compromiso de apoyarlos en su labor. Esos hombres que, con su arte, hacen respirable, vivible nuestro pasaje por la tierra.
María Beatriz Bolsi
Profesora en Letras, egresada de la Universidad Nacional del Litoral(Santa Fe). Docente e investigadora universitaria. Libros publicados: Poemas: Los caminos del aire, El trazo infinito, Imprevistas criaturas, Mujer que escribe. Itinerarios (inédito). Relatos: La vida por delante. Su obra poética ha obtenido numerosas distinciones nacionales e internacionales. Miembro Honorario y Embajadora de la Paz designada por IFLAC (Foro Internac.de Literatura y Cultura de la Paz). Presidenta de la SADE Filial Santa Fe.