Horacio Castillo, uno de los poetas emblemáticos de La Plata, había nacido en la ciudad vecina de Ensenada, y entre 1978 y 1979 dirigió el único taller literario que tuvo Berisso en tiempos de la dictadura. Una de sus discípulas lo recuerda.
En el año 1977, la ciudad de Berisso solicita a la provincia de Buenos Aires una asesoría técnica en el área de literatura.
Esto no es más que una instancia burocrática si se quiere; pero lo que cambiaría la historia sería la presencia de quién estaría a cargo: el poeta Horacio Castillo. Él, era poseedor de un nombre que lo vinculaba al poeta lírico romano pero en su decir y en su escritura, se evidenciaban las lecturas de los clásicos griegos.
Hasta aquí el recorrido es muy simple es decir un profesor y sus discípulos; los cuáles religiosamente concurrían al despacho del intendente de facto que generosamente cedía su recinto para albergar la palabra de la región. Es decir que llegaban desde Ensenada y La Plata, poetas atraídos por el maestro a cargo; entre ellos Guillermo Pilía, Antonino Rando y Carlos Lagoa entre tantos otros.
Desde 1977 muchos fueron dejando el camino de las letras pero los que resistieron formaron el taller literario “Almafuerte”, el primero en la ciudad y con el nombre de un poeta mayor que vivió en la cercana ciudad de La Plata.
No fuimos ni los mejores ni los únicos en reunirnos bajo el signo de la palabra; pero sí, los ingenuos en creer que todo era un Locus amoenus y que no tardaría en convertirse en un Locus eremus cuando el maestro nos dijo que no continuaría. Este hombre caminaba por el mundo visible y quizá con su partida nos estaba dejando un mensaje; el de regresar a la fortaleza de la escritura como colectivo o como individualidad porque él seguía estando allí, al alcance de nuestra mano y de nuestras vidas hasta el momento de su partida física en el año 2010.
Castillo nos dejó latiendo la memorable frase que el Arcipreste escribiera en el Libro del Buen Amor “ca poco et bien dicho afincase el corazón”. Entonces las banderas del poeta se izaron y en un atardecer nos recitó:
Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
pero luego se vuelve cada vez más liviano,
hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
en un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.
El poeta desafiando a Hécate nos había indicado el sendero en la escritura; pero nada dijo si existía el regreso. La poesía por aquellos años fue amor y combate.
El maestro, como lo llamamos aún, robó a los dioses de la oscuridad la chispa divina y nos la cedió en aquel despacho oscuro.
¿Cuántos silencios hubo dentro de su gran contemplación en aquellos momentos en los cuales, simplemente encendía su cigarrillo y nos miraba?
Eran derrumbes dentro del gran derrumbe social.
La prisa por escucharlo leer a Gianni Ritzos, Costantino kavafis u Odysseas Elytis, con el cual continuó la amistad a través de las cartas, no nos permitió advertir la despedida.
Habíamos muerto tempranamente y no nos habíamos dado cuenta.
Veinticinco años después, nos reencontramos y ahora sí, conscientes de saber que en una semana nos habían despedido de nosotros mismos, nos habían echado a los caminos como errantes peregrinos, como bárbaros balbuceantes en el intento de descifrar aquel ominoso cartel que rezaba a la puerta del local: “Será clausurado el sábado el Taller Literario en Berisso”.
Almafuerte, ya no existía. Éramos Berisso, una ciudad a orillas del Río de la Plata donde funcionó el único taller del que se tenga registro, en tiempos de dictadura (desde 1977 hasta 1980). ¿Era esta clausura un acto solemne? Muchas preguntas nos acompañaron por años desde el por qué nos dejaron seguir y hasta creernos que no sabían sobre nosotros.
Un cuarto de siglo después Horacio Castillo nos propuso reunirnos los sábados por la mañana en el bar “Bohemia” en Berisso. Él concurría siempre, no faltó a ninguna cita mientras estuvimos armando el libro “El lenguaje, lo propio-Será clausurado el sábado el taller Literario en Berisso, titular con el cual lo anunciara el sábado 13 de diciembre de 1980, el diario El Día de La Plata. Documentamos entonces, parte del colectivo de poetas que siguió hasta el cierre definitivo. Necesitan traer al presente aquel momento─ aseveró Castillo ─ es necesario contar que existieron y sobrevivieron: Graciela Burvan, Mónica Claus, Griselda Eustratenko, Rubén Gallina, Ángela Gentile, Adolfo González, Cristina Knoll, María del Carmen Serrano, Víctor Hugo Valledor, Sandra Zelalija Gatti y Raúl Zeleniuk entre otros que la memoria esfuma.
Horacio nos pidió escribir la contratapa porque lo necesitaba después de tantos silencios:
“El tiempo presente y el tiempo pasado/ están en el futuro/ y el futuro está contenido en el pasado”, escribe Elliot en los Cuatro Cuartetos. Y agrega: “Todo el tiempo es eterno presente”. Hoy damos testimonio de esa puesta en verdad de la esencia del tiempo: estamos, después de veinticinco años, en aquel pasado que contenía el futuro y, a la vez, en el futuro que contenía el pasado, esto es, en el eterno presente de que hablaba el poeta. Una suerte de galimatías metafísico o, si se prefiere, un misterio – o un milagro- de la conciencia capaz de anular los espejismos de la razón y crear el mundo a imagen y semejanza de nuestros sueños. Todo, como lo prueba este libro, por el poder del corazón, que nos ha convocado para afirmar sus fueros y, en la antigua lucha, renovar su fe imperecedera en la poesía.”
Ricordis, es regresar al corazón y él nos guio hasta la orilla del mismo una vez más. En todos esto años nos hemos repetido muchas veces que fuimos los únicos, protegidos por la egida; es decir, aquella Amaltea que tan bien supo desplegar Horacio Castillo sobre nosotros. Nos regresó a la luz.
Ángela Gentile
Nació en Berisso. Poeta y educadora, becaria de la Universidad de Perugia y Premio Nacional de Literatura 1985-1987. Publicó: Escenografías, Cantos de la Etruria, Los pies de Ulises, Voces Olvidadas, Lo sguardo di Demetra, Bizancio, Madrás. Integra la colección Juan Gelman del Ministerio de Cultura de la Nación. Es miembro de SADE Filial La Plata.