El que camina al lado

En el año 1796, el escritor alemán Johann Paul Friedrich Richter, quien en homenaje a su admirado Jean Jacques Rousseau había elegido el seudónimo Jean Paul, publicó Siebenkäs, una novela en la que su personaje principal, Firmian Stanislaus Siebenkäs, decide fingir su muerte y adoptar la identidad de otro sujeto, con el fin de separarse de la modista Lanette Egelkraut, hasta ese momento su insufrible esposa. En la novela, que exhibe un amplio subtítulo -Bodegón de flores, frutas y espinas o Vida conyugal, muerte y nuevas nupcias del abogado de pobres F. St. Siebenkäs-, aparece, por primera vez, el vocablo Doppeltgänger.
Uno de los méritos de Jean Paul es haber creado esa voz para definir al Doble fantasmagórico de una persona viva. Pocos años después, Heinrich Heine lo plasmó en un conmovedor poema al que tituló Der Doppelgänger, le quitó la letra t, pero, mantuvo lo que la palabra cifraba: “En una noche serena un viajante / pasa al lado de una casa en que vivió en el pasado./ En esa casa fue realmente feliz al disfrutar del / amor sincero de una mujer que hace mucho tiempo lo dejó./ Al mirar por la ventana ve la figura de un hombre que contempla el vacío / y aprieta los puños por el dolor que lo consume./ Cuando la luna ilumina la sala y la figura del hombre que en ella está,/ el viajante es tomado por el horror al reconocer su propio rostro./ Aún torvo por el miedo que aquella figura le causa,/ el viajante no consigue evitar el intenso celo de aquel hombre que,/ aunque copia de si mismo, osa imitar el dolor propio / que él sufrió en aquel mismo lugar hace mucho tiempo”.
El concepto de Doble ya lo encontramos en la mitología griega: Zeus, mediante el privilegio que le otorgaba ser monarca del Olimpo, no tuvo inconveniente en transformarse en el Doble del general Anfitrión, su bisnieto, con el propósito de pasar una larga noche de amor con la bella Alcmena, la prometida del general griego. Finalmente, el verdadero Anfitrión se acostó con Alcmena, de esa unión nació Ificles, pero también nació Heracles, hijo de Zeus. El episodio lo dio a conocer Plauto en su comedia Anfitrión, aproximadamente en el 180 a.C. Moliere, en 1668, y Jean Giraudoux, en 1939, repitieron esa historia, en ambos casos con el título original de Plauto.
La voz Doppelgänger se compone de dos palabras: Doppel=doble y Gänger= errante. Jean Paul, su creador, la definió como “el que camina al lado”. Claro que, en este caso, quien te acompaña no es un cordial compañero de paseo, sino uno mismo, el doble de uno, que indistintamente puede ser una criatura fantástica o real. Sin duda, fue E.T.A. Hoffmann quien más se interesó por esa enajenación llevada a la literatura. Es muy posible que las constantes visitas que realizaba a los manicomios le hayan ofrecido un rico material para las historias que más tarde desarrollaría. Aunque aún se ignoraba el concepto de Esquizofrenia, iba a ser el psicólogo suizo Eugen Bleuier quien lo revelaría en 1909, los principales textos de Hoffmann prefiguran ese trastorno mental que se conocería un siglo más tarde.
Sigmund Freud, en Lo ominoso (1919), se refiere a la presencia del Doble como una forma de lo perverso: “ominoso es todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”. El psicólogo y escritor austríaco Otto Rank, que a lo largo de veinte años trabajó junto a Freud, en 1925 publicó El Doppeltgänger, un estudio psicoanalítico. El tercer capítulo del libro, El Doble en la literatura, se refiere a la obra de E.T.A. Hoffman, “el creador clásico de la proyección del Doble”, señala y enumera los títulos que dan cuenta de ello, entre otros: Las aventuras de la noche de San Silvestre, La Princesa Brambilla, El Gato Murr, Los elixires del diablo. “Los modos de tratamiento de este tema, donde resulta claro que el misterioso Doble es una división independiente y visible del yo (sombra, reflejo), son distintos de las figuras reales del Doble que se enfrentan entre sí como personas reales y físicas, de similitud externa poco común, y cuyos senderos se cruzan”, sostiene Rank y explica de qué modo Hoffman influyó a los numerosos autores que lo procedieron.
En efecto, descubrimos su huella en William Wilson, de Poe, y en El Doble de Dostoievski, donde se encuentra la duplicación de la propia conciencia en un oscuro rival del yo; en La muerta enamorada, de Gautier, nos topamos con la extraña duplicación de un sujeto que, seducido por la belleza de una mujer que lo atrae desde la muerte, confunde el sueño con la vigilia y no logra saber si él es un cura de pueblo o un caballero veneciano que vive una apasionada historia de amor; en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, y en El retrato de Dorian Gray, de Wilde, vivimos la duplicación de la personalidad escindida entre fuerzas contrapuestas; en El Horla de Maupassant, la posesión de la mente del yo por una fuerza misteriosa que lo destruye y lo aliena; en La metamorfosis de Kafka, y en Orlando, de Virginia Woolf, asistimos a la transformación del personaje en otra encarnación de sí mismo.
Más cerca en el tiempo, podríamos citar dos novelas que a partir del concepto del Doble tienen un fascinante parecido: Desesperación, de Vladimir Nabokov, y El hombre duplicado, de José Saramago. Hermann Karlovich, es el personaje de Nabokov, Tertuliano Máximo Afonso, el de Saramago. Ambos viven la experiencia del Doble: para Karlovich es un músico vagabundo que encuentra en una calle de Praga, para Afonso un actor al que descubre viendo el video de una película filmada cinco años antes. En los dos casos, se trata de textos con cierta dosis policial, donde los Dobles son reales, escindidos de la imaginación de sus protagonistas.
El Doble está presente en la literatura argentina. Un fenómeno inexplicable, el fascinante cuento de Leopoldo Lugones; Los milagros no se recuperan, de Adolfo Bioy Casares; Casa tomada, Carta a una señorita de París, Lejana y La isla al mediodía, los no menos fascinantes cuentos de Julio Cortázar, quien además irónicamente llama Doppelgänger a uno de sus personajes de Rayuela, son buena prueba de ello. De algún modo también Juan José Saer se refiere al Doble en el primer capítulo de su novela Cicatrices. Pero, fue Jorge Luis Borges quien con mayor intensidad se ocupó de esa criatura que nos habita. Un texto como Borges y yo o su soneto Al espejo, definitivamente hablan de ese ominoso personaje: “¿Por qué persistes, incesante espejo? / ¿Por qué duplicas, misterioso hermano, / el movimiento de mi mano? / ¿Por qué en la sombra el súbito reflejo? / Eres el otro yo de que habla el griego / y acechas desde siempre. En la tersura / del agua incierta o del cristal que dura / me buscas y es inútil estar ciego. / El hecho de no verte y de saberte / te agrega horror, cosa de magia que osas / multiplicar la cifra de las cosas / que somos y que abarcan nuestra suerte./ Cuando esté muerto, copiarás a otro / y luego a otro, a otro, a otro, a otro…”.
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La foto de portada es del escritor alemán Jean Paul.