
“¡Yo quiero ser de espíritu firme!”
A.F
Durante varios años vi El Diario de Ana Frank en las librerías y esperaba el momento en el cual uno está preparado para leer un libro. De manera no fortuita, alguien me lo regaló. Cuando lo empecé a leer, pasé también a vivir en el “anexo secreto” y a formar parte de de esa terrible circunstancia. La historia y el “personaje” me rondaban durante el día. A la noche, me acostaba, y tenía la sensación de que ella también estaba ahí, a esa hora, en el refugio, tratando de dormir, esperando que pasara un nuevo día. Y a medida que la lectura avanzaba me resistía a llegar al final, donde todo se termina, como si deteniéndome pudiera modificar el desenlace.
Aquello de que los personajes se definen por sus actos, encuentra en esta obra, tal vez su mejor ejemplo. Ana dibuja en las páginas de su diario la silueta de su vida, como persona y como mujer; sus anhelos y sus desdenes, sus amores y sus odios, sus tristeza y sus alegrías, dentro de una caja, que ni siquiera era de cristal.
El diario de Ana es una lanza que nos atraviesa todos los frentes, hasta llegar a conmocionar nuestra conciencia y además, partirnos el corazón. No se puede leer el Diario sin tener un nudo en la garganta, que se deshace de vez en cuando y al final, cuando se advierte que la redención a todo ese padecimiento y a todos esos sueños de irrefrenable juventud y virtuosismo, encuentran en el texto, inmortal, su redención definitiva.
Allí, entre miserias y virtudes, todos juntos, pisoteando intimidades, la vida se desarrolla de manera consciente e inconsciente a la vez, con la esperanza de un final feliz, o no feliz, pero con la necesidad imperiosa de que termine, a tal punto que llega a decir “vivir o morir me da lo mismo”.
Con horarios y protocolos para evitar ruidos que puedan advertir a vecinos o a los empleados del almacén, la vida continua a saltos y sobresaltos. Una ínfima porción de libertad se experimenta a la noche cuando pueden salir del escondite y bajar hasta la PB para vivir un espacio distinto al encierro cotidiano.
Con las personas que convive, con su familia, con sus protectores y con el mundo exterior, ella teje la historia con temas cotidianos, “insignificantes”, que abren la vida a una nueva dimensión.
Ana es por sobre todo una persona honesta, que pone de manifiesto sus principios y sus desacuerdos con el establishment. En uno de esos días, ella menciona el mensaje radial de la Reina de Holanda prometiendo a su pueblo que pronto estaría con ellos…
En ese claustro donde la actividad intelectual se desliza a través de la lectura, la escritura y el pensamiento, la protagonista desarrolla conclusiones y frases conmovedoras y premonitorias .”No quiero evadir ninguna verdad, pues cuanto más se tarda en decirla, más cuesta oírla”.
A pesar de las desilusiones, la esperanza siempre estuvo presente entre los integrantes del refugio que festejaron con algarabía el desembarco del día “D”, esperando la liberación, para volver a sus verdaderas vidas.
No se puede hacer una reseña del Diario de Ana Frank sin detenerse en la imagen de Miep Gies, la artífice junto con su marido, en la protección de la familia durante el período que permanecieron escondidos. Miep decía que siempre le preguntaban de donde había sacado el valor para ayudar y proteger a los Frank, y que también siempre le molestaba la pregunta. Explicaba, que por supuesto había que haber tenido valor, pero que no pasaba la razón por esa virtud. Era algo más sencillo, o más complejo, ayudar a alguien por que lo necesita.
Es imposible ejercer el futurismo, pero estoy seguro de que Ana hubiera llegado a ser una gran escritora o intelectual. Sin duda, las circunstancias explotaron su espíritu rebelde y vertiginoso hacia la exteriorización, atinada, precisa y filosa de sus juicios y conclusiones sobre los hechos cotidianos y de la vida. Después de la liberación y de vuelta a Ámsterdam, Otto Frank recibe de Miep, el diario de Ana que había quedado tirado en el refugio y se encuentra, al leer sus páginas, con una parte de su hija que no conocía y también con un texto en donde ella plasma su intención de publicar un libro después de la guerra, sobre lo vivido en el refugio. En el relato, se advierte la valorización de la imagen de su padre. En ese sentido y tal vez la providencia, hizo que Otto Frank sobreviviera a su familia y al calvario, para encontrar en el diario de Ana, una cuerda a la cual asirse y devolverla a la vida desde su escrito, y que así pudiéramos conocerla. Conocerla en la profundidad que inesperadamente nos muestra su obra.
“Quiero que algo de mi perdure después de la muerte” Y lo logró ■

Abel Guillermo Cammi
Miembro de Sade Zona Norte de Martínez, provincia de Buenos Aires, desde 2007. Forma parte de la comisión de la filial. Cuentista. Jurado en los concursos organizados por la institución. Ha escrito notas relacionadas con la arquitectura para las revistas Intercountries y Casa Country. Participado en las antologías de la Sade Z.N y recibido premios y menciones en distintos concursos.