
“Si los otros te pesan sobre los hombros, deberías llevarlos en el corazón…”
Florencia Guiraldes
La Sala Cortázar de la Biblioteca Nacional fue testigo de la presentación a cargo de Luis Osvaldo Tedesco, del primer libro en prosa de Florencia Güiraldes, con palabras alusivas de la Dra. Raquel Fischer, la Dra. Patricia O´Donnell, la artista textil Silke y el poeta Pablo Aguiló.
No sabemos que hubiera acontecido si la autora hubiera publicado este libro dos décadas atrás, cerca de cuando escribe los textos, inicialmente como un juego. Sin ese lapso de silencio que se hace voz en la melodía de su prosa que lo reanima hace dos años con notas de su nutrido mundo interior, para renacer en este tiempo necesitado de atención, integración y palabras con sentido.
“El libro comienza sin siquiera saber que iba a ser un libro, expresa Güiraldes. Comienzo a jugar sobre un personaje que cada vez que se sienta, la sombra se le sienta enfrente. El personaje se pregunta y repregunta. Teme, duda, agota a los lectores preguntando:
¿Tendría coraje de mirar y saber si la sombra era capaz de llorar?
Si la visión se va ausentando lentamente, el debilitamiento de la luz,
¿es el fortalecimiento de la sombra?
¿Existía Dios?
Si alguna sombra pudiera provenir del bien: ¿Cómo sostener este decir si lo sagrado desborda todo ámbito de argumentación?
¿Sería imperioso intentar el aniquilamiento de la sombra, en orden de seguir siendo?”.
Como un guiño lúdico a la filosofía, donde todo se responde minuciosamente. En El ojo de la sombra no se responde nada. La sombra aquí, carece de palabra.
“La sombra, encarna una crisis de cambio del personaje como las que acontecen en la vida, por una enfermedad, un accidente… “, comparte la autora.
La trama, entreteje un camino desde el desconcierto al asentimiento de la complejidad que somos en totalidad hacia nueva estructura organizada. Los sentires en momentos críticos, el temor a sentir, el coraje, las herramientas y oportunidades de la psique para evitar el by pass, ese escape hacia un loop de sufrimiento, la creatividad como recurso para resignificar y encontrar una salida; a la que tantas veces nos acercamos desde el contenido de libros como este, con pulsión de vida.
El ojo de la sombra trae semillas de búsqueda del sí mismo, de rescate del vacío de quien no fue mirado. Desde las palabras, irrumpe como un rompehielos en el trauma, donde la fractura es hendija hacia el descubrimiento ontológico de la propia interioridad y el reencuentro de la mirada del otro.
El personaje nota, de pronto, que una sombra autónoma habita su costado. El arte de la escritura ofrece situaciones que podemos identificar con subjetividad pero que sin dudas llevan a descubrir espacios que, en ocasiones, apenas son habitados por un alarido mudo en el corazón. La voz de la emoción silenciada llega desde otro personaje: la poesía encarnada en Verónica.
En las 164 páginas de El ojo la sombra, con fotografía de Juan José Aguiló, distintos momentos reflejan la existencia misma, sus valles y precipicios hacia la individuación, el ser, el sí-mismo. Reconociendo en la imagen del espejo, las máscaras, el ensueño, el sueño y la liberación, el desasosiego, el temor a la locura, la angustia, la memoria, la extrañeza de lo familiar, el desamparo.
El desoír, el darse cuenta, el comienzo de la escucha, las defensas, las proyecciones, el olvido y el olvido del olvido, la perdida de noción del tiempo, las heridas, las murallas al dolor y al desamor, los trances de la vida como rito iniciático, la soledad, la vanidad, el despertar a la belleza aun en desgarro, el recobrar a los padres, el recupero del plumaje, el hallazgo de un sol para cada herida…
La artista textil multidisciplinaria Silke, compartió que ve en colores las palabras que une Florencia hilando personajes y emociones de un modo único:
– Al primer personaje lo identifica como masculino, de color verde translucido.
– La sombra es de un azul intenso, aparece y desaparece.
– El personaje verde se enoja, se torna rojo (su opuesto complementario en la rueda del color).
– Aparece una lucecita: Verónica (y su poesía hecha de sentimientos)
– Él no sabe qué hacer con lo femenino. Lo atemoriza, se torna verde oscuro.
– Comprende que debe deshacerse de sus máscaras que, a su vez, tienen muchos de colores, como un tótem de hilo largo. Elige la libertad, la de no tener escudo tras el cual refugiarse.
Ese amor de lo femenino tiñe al personaje verde de un ocre suave, amoroso. Cuando elige ser, se vuelve luz y allí, para Silke termina una de las posibles relecturas que dar a este libro maravilloso.
En la presentación, Pablo Aguiló expresó: “Esta obra literaria despojada de estructura, sin escalones predecibles, narrada con procesos de operario, martilla sus bases. El lenguaje en la importancia del decir como una instancia vital. En el cerrar de sus ojos en el desierto de la noche, Florencia elige, a tientas, como un orfebre las palabras, y los silencios entre ellas son vanos de puertas a la intemperie que se entrelazan. Trenza palabras como sonidos musicales…”.
La lectura de los procesos de reactivación que atraviesa el personaje principal promueve un dialogo interno reflexivo y transformador. La aparición de Verónica y sus poesías en el recuerdo amalgaman lo escindido, es un espejo, música nueva que le devuelve su propia imagen: ser.
Una energía extra está disponible cuando asumimos ambas polaridades: luz y sombra. Aspecto esencial este último, expuesto desde una multiplicidad de símbolos en enunciados que invitan a una conciliación como la de Narciso y Goldmundo, de Herman Hesse, a quien refiere la autora, además de nombrar a Jorge Luis Borges y a Rainer María Rilke, entre otros en varios sentidos.
Atrevernos a distinguir la luz en la oscuridad de la sombra, es algo a lo que la autora invita al publicar generosamente este libro abisal para resurgir como el ave fénix. Conocer la sombra, animarse a transitarla, liberarnos de máscaras; implica ampliar la mirada y la conciencia de lo que nos habita para oír por vez primera nuestro nombre. Sonido de la vida que viene más allá del umbral de la infancia, realidad tangible en la completud del sí mismo con otros.
Psique y Eros, sombra y luz, pulsiones para descristalizar lágrimas, para ser hacia esa libertad indispensable para amar. Cabalgar siglos para llegar a la cita con la esencia humana bajo la luz celeste de la noche oscura del Alma. Asentir, empatía, ternura como sombra de Dios en lo maternal, el alero de un hombre, el amor… siempre. Lo divino en y por nosotros, por todas nuestras relaciones.
“La palabra es párpado para la inmensa ceremonia de la vida”.
El ojo de la sombra, de Florencia Guiraldes
Nuevo hacer. Grupo Editor Latinoamericano