Dadaísmo. La vanguardia en arte y literatura
Se trata de un movimiento vanguardista artístico y literario nacido en 1915, el cual tuvo su apogeo entre 1916 y 1920, fundamentalmente en Paris. Su nombre surge de la palabra “dadá”, la cual fue considerada el lema del movimiento, cuyos postulados estéticos se relacionan con el arte de lo absurdo, la renuncia a la lógica y la exaltación de lo contradictorio. Cabe expresar que el término ya enunciado surge de una onomatopeya sonora y carente de significado racional; en algunos diccionarios franceses aparece como un equivalente a juguete en la jerga que se utiliza con los niños muy pequeños, o como “baratija” en el argot de los mercados y tiendas de ocasión
Este movimiento es precursor del “sub-realismo”, siendo su intención el destruir todo lo que tendiera a obstaculizar la absoluta libertad y espontaneidad de formas y de contenido en el arte en general, empleando como medios el humor violento y una agresiva y destructiva ironía. Eran sustancialmente iconoclastas, es decir, negaban el culto a las imágenes al igual que la secta de herejes del siglo VIII que rompían las imágenes de los santos y querían destruir el culto. En efecto, las vanguardias de entreguerras, e incluso sus herederas de la segunda mitad del siglo XX, hacen la denuncia sistemática de los lenguajes convencionales, el ataque al positivismo y con ello a la seguridad científica de la época, el desprecio por el clasicismo en general y la cultura decimonónica en particular.
Se advierte igualmente en esta vanguardia la tendencia a unificar todas las artes en una disciplina organizadora como, asimismo, una gran rebelión contra las categorías establecidas. Por la propia naturaleza anárquica y nihilista de sus enunciados, resultó ser más un movimiento sísmico de la cultura que un acta fundacional de nada.
Este movimiento fue fundado en el Cabaret Voltaire de Zurich por un grupo de exiliados: Tristan Tzara, rumano; Richard Huelsenbeck y Hugo Ball, alemanes y Hans Arp, alsaciano. Se amplió tiempo después con Marcel Duchamp y Francis Picabia, franceses, quienes habían manifestado coincidir con estas ideas desde su exilio en Nueva York.
Durante su vigencia se evidenció la inclinación por el escarnio, el irracionalismo y la tendencia a actuar solo con la intuición y, si es posible, haciendo tabla rasa con lo existente en materia de arte y convencionalismo. Ello quedó en evidencia con las polémicas “muestras” de estas supuestas “innovaciones” cuyo común denominador eran el escándalo y la provocación. Es que se pretendía revolucionar el arte intentando desacreditar todos los fundamentos generados con anterioridad, para substituirlos por lo incongruente y lo accidental. Un ejemplo bien dadaísta está dado por la Mona Lisa pintada en 1919 por Marcel Duchamp con barba y bigote, acompañada de un epígrafe obsceno. Hasta Jorge Luis Borges llegó a flirtear un tiempo con el dadaísmo en Madrid, atraído quizás por su iconoclasia todavía juguetona.
El acta de defunción de Dadá fue leída solemnemente en público por T. Tzara en 1922, y si bien el movimiento fue en parte absorbido por la marea del surrealismo que lo abarca todo, desde “el arte por el arte” al compromiso político, cabe reflexionar cuánto pudo haber influenciado en la generación del arte abstracto, del cubismo y de otras expresiones literarias y artísticas.
Es menester señalar que el dadaísmo nació con los sentimientos de angustia, de absurdo, de bochorno y de desastre universal por los que atravesaba el mundo durante la primera guerra mundial, convirtiendo a ciertos jóvenes en personas negativas, escépticas y desconcertantes. Pero ese impulso se perdió con la presencia del surrealismo que, con un sistema más complejo y expresivo basado en el psicoanálisis, alcanzó expresiones más ricas, complejas y universales.
Para concluir, cabe manifestar que a nivel subconsciente se trató de un movimiento nacido en la desesperanza y la rebeldía que pretendió amalgamar todas las artes, que anheló generar un concierto unificador de las expresiones del espíritu, pero cayó en la anarquía y los excesos y la realidad lo superó: el gran beneficiario de todo ello resultó ser el “subrrealismo” y una cierta esencia de libertad en formas y contenidos que abonó nuevas vías de exploración de la cultura.
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Juan Carlos Chaves Paz es Socio fundador N°5 de la SADE Filial Lomas de Zamora. Cursó estudios universitarios (Universidad de La Plata) y de post grado. Escribe ensayo, cuento y poesía y obtuvo diversas menciones y premios.
Obras editadas: Mundo dividido, ensayo; Ecos de la mente, poemas; Poemas inconvenientes; Historias de alguien que sueña cosas simples, cuentos y narraciones. Su libro Aprisioné un instante recibió la Faja de Honor de la SADE en poesía, 2019-2020.