
A la hora de analizar la preservación, transmisión y desarrollo de la literatura infantil se ha de tener en cuenta el rol de la voz femenina.
Fueron mujeres las mayores informantes de rimas infantiles a Juan Alfonso Carrizo. Ubicados en España, nos salen al paso Fernán Caballero (1796-1877), seudónimo de Cecilia Bühl, quien es una de las primeras personas que aborda la literatura de la infancia siguiendo la huella de lo realizado por los hermanos Guillermo y Jacobo Grimm en Alemania. Fernán Caballero busca material folclórico y edita cuentos, oraciones, adivinanzas populares e infantiles1. Sabido es, cómo le gustaba a esta mujer recorrer la campiña gaditana y pasar largas temporadas en sus posesiones para recoger de labios campesinos toda la riqueza del folclore de su pueblo.
Si nos detenemos en Suecia, tenemos a Selma Lagerloff (1858-1940), quien, inspirada en viejas leyendas compuso sus sagas, y una serie de cuentos para niños entre los que se destaca el viaje Maravilloso de Nils Horgerson con los gansos salvajes a través de Suecia.
En Estados Unidos, Harriet Beecher Stowe (1811-1896) la autora de La cabaña del tío Tom, uno de los libros más célebres y leídos no sólo en América sino en todo el mundo. La obra nació como alegato social ante una Ley de 1850 que consideraba un deber el denunciar a los esclavos fugitivos. La mencionada cláusula hizo nacer en ella el deseo de representar la esclavitud como lo que era, todo un drama. La cabaña del tío Tom apareció primero en el periódico The National Era de Washington, y hacia 1852, se lo edita en formato libro. Es de suponer que Harriet al escribirlo, lejos estaba de pensar que su novela daría la vuelta al mundo y sería traducida a diversos idiomas alcanzando numerosas ediciones, pero más lejos aún, de sospechar que Abraham Lincoln, con motivo de la Guerra de Secesión, se referiría a ella como: la pequeña mujercita que ha motivado esta gran guerra Y se trataba de literatura infantil. Es así como La cabaña del tío Tom, obra muy cara a la infancia, penetró hondo en el terreno de la libertad revirtiendo discursos. Por su parte Johanna Spyri (1829-1901), autora de Heidi, esa niña que no sólo logra que Clara, paralítica, recupere su andar sino que ella misma logra vencer sus temores, enmarca otro discurso libertario dirigido a la infancia.
En Italia nos sale al paso Ida Baccini (1859-1911), con sus Memorias de un polluelo; en Alemania, Bettina Brentano (1785-1859), amiga de Goethe y de los Grimm, quien se interesaba por los cuentos populares. Es de tales riveras escribió Juan sin barbas, La hija del Rey ciega y El hijo del rey. En Alemania, Isabella Braum (1815-1886) nos entrega De la juventud, primera obra autobiográfica de la literatura juvenil; en Portugal, Ana de Castro Osorio (1872-1920); en Holanda Mary Louisa Moleswort (1839-1921). Va de suyo que entre las escritoras mencionadas no se puede incluir a la caterva de señoras y señoritas aficionadas a la literatura quienes lamentablemente inundaron de cursilerías escritas en pésima prosa y peor poesía ya que sólo les interesaban los aspectos pedagógicos.
Pero sigamos, otra de las mujeres españolas más interesantes del siglo XIX en la materia que nos ocupa es Concepción Arenal (1820-1893) quien estudió derecho vestida de hombre cuando las mujeres no podían ingresar a la universidad. Concepción Arenal, interesada en el régimen carcelario español logró la reforma de las cárceles en pro de un trato más humanitario a los penados. Sus libros se hicieron famosos en todo el mundo y fueron la causa de la modificación del Derecho Penal en España. En cuanto a la literatura infantil, su escritura se autolegitima a través de una colección de fábulas escritas para sus hijos lasque posteriormente pasaron a ser usadas como libros de texto en las escuelas. No menos relevante es la contribución de la condesa Emilia Pardo Bazán (1851-1921), entre muchas otras.
Ubicados en Hispanoamérica, nos salen al paso en Puerto Rico María Cadiglia (1886-1951); en El Salvador, Claudia Lars; en Uruguay, Juana de Ibarbourou (1895-1979); en Venezuela, Teresa Parra (1890-1936) y en Argentina, la figura pionera de doña Eduarda García de Mansilla, cuya vida ficcionada históricamente por María Rosa Lojo en la novela Una mujer de fin de siglo, espeja su reconocimiento a la literatura infantil. Los cuentos de Eduarda García de Mansilla fueron prologados por Domingo Faustino Sarmiento. Sumamos las novelas La quena, La hija del mazorquero y El guante negro de Juana Manuela Gorriti (1819-1892), obras que según María Ruth Pardo Belgrano, fueron lecturas de jóvenes de pasadas generaciones y en la actualidad no son pocos los textos escolares para grados superiores que incluyen fragmentos o textos completos de estos trabajos. Asimismo, Juana Manso (1819-1875), desde sus funciones en el Departamento de Escuelas, alcanza un particular espacio en la historia de la literatura infantil argentina, ya que supo no sólo escribir sino también promover el género a través de resoluciones oficiales e instruyendo a los maestros merced los Anales de la Educación. Otro gran aporte es el de Ada María Elflein (1880-1919), quien escribió relatos de carácter histórico y criollo destinados a la infancia. Los publicaba semanalmente en La Prensa, los que posteriormente fueron recopilados y publicados con el nombre de Tierra adentro.
En este marco relevante de voces femeninas dirigidas a la infancia inscribe un especial reconocimiento la maestra tucumana doña Tránsito Cañete de Rivas Jordán (1881-1968). Ella tenía muy en claro la necesidad de rescatar la memoria de nuestros antepasados como nexo de voces vitales Sabía que es un hecho que enmarca a pueblos que tienen conciencia de identidad. Razones por las que doña Tránsito Cañete de Rivas Jordán recorrió el territorio tucumano durante tres décadas motivada por recoger cuentos, leyendas, casos y consejas que nos vienen desde siglos. Pero no sólo los recoge, los transcribe y los publica en la Imprenta de la Cárcel de Tucumán, en el año 1938 con el título de Nuestra tierra. Cabe destacar que es el primer libro de relatos infantiles en Tucumán. Nuestra autora supo trabajar la materia narrativa sin desteñir los rasgos sobresalientes de los protagonistas. Principalmente los del zorro. Una gran tarea ya que logra que el marco de la palabra escrita no empañe la frescura de la oralidad.
En síntesis, las voces femeninas se yerguen a lo largo de la historia como sólidos pilares en el campo de la Literatura infantil juvenil.
(1) Lepizig, 1874.
Imagen de portada: Lisa Fotios | www.pexels.com

Honoria Zelaya de Sader
Premios: Primer Premio Nacional Aarón Cupit (1989) Premio Nacional de la Presidencia de la Nación a la Producción Regional, 1992; Premio VI Concurso Poético Internacional Caminos de la Paz convocado por UPF Argentina y auspiciado por la Naciones Unidas 2014, Faja de Honor de la SADE Literatura Infantil 2014 con Un niño como cualquier otro. El Papa Francisco. Faja de Honor 2016, en el género ensayo. La literatura infantil juvenil en la obra de Jorge Luis Borges.