
Una filial es una área de descanso
Los escritores son personas con una parte de su pensamiento inescrutable. Están tan protegidos su pensar y sus ideas que a veces se confunden con la soledad. Por eso a veces se ha dicho que las personas que escriben son seres solitarios y que les cuesta socializar. Algo de verdad hay, pero no debemos caer en la generalización, como si fuésemos un sub género apático e introvertido.
Quien escribe puede entender fácilmente esta confusión. La timidez y el poder a veces nocivo de la crítica hace que a algunas personas les cueste mostrar sus letras, y hace también que en muchos casos el hábito de escribir que desarrolla sea desconocido, inclusive para personas de su entorno.
No es una conducta anormal. Es un rasgo personal y un modo donde cada individuo procesa y reacciona para protegerse del absurdo y el rechazo.
Los escritores tienen esos miedos. Muchas veces lo padecen en algún periodo de su vida hasta que algo hace que derriben sus vallas y muestren su interior, su imaginario y su creatividad.
Esto lo escribo porque, basándome en mi experiencia personal, puedo decir fehacientemente que los miedos (por ejemplo al que dirán) son a veces tan sólidos y amurallados que en este camino lleno de sorpresas y descubrimientos que es la vida, necesitamos sumar la búsqueda.
Los escritores, reitero, parecen personas solitarias, pero necesitan pertenecer a un ámbito donde su inmenso mundo interior lleno de ideas, creencias y dioses propios no parezca una nueva definición de incoherencia.
En mi caso personal, hace mas de treinta años que escribo. He escrito y reescrito infinidad de poemas y prosas que solo yo leía. Pero eso no bastaba y, después de andar mucho tiempo buscando, hallé señales.
Algunas de ellas las descarté porque solo eran espejismos.
Un día descubrí que un conjunto de personas, que no conocía personalmente, se reunía para compartir las letras, sus escritos y sus historias.
Recuerdo que fue un día lluvioso y que, a diferencia de otros intentos, creí ver en ese grupo lo que tanto estaba buscando: no tener miedo de mostrar mi pensamiento escrito.
Después de recorrer una árida distancia, un penoso peregrinaje o por qué no un derrotero infértil, fue como hallar un área de descanso, pero no un lugar solitario sino un paraje donde había muchos como yo.
Cuando hallé a Sade Zona Norte (o ella me halló a mí), se terminó ese mundo de candados y cerrojos. Compartí y escuché los que otros compartían sin vergüenza, sin el ojo crítico detrás, al que tanta cautela le tenía.
Sade Nacional es una enorme área de descanso dentro de la literatura, un vergel donde crecen las letras y se multiplican con formas fantásticas. No es solo una institución fundacional (que de hecho lo es) sino que desde mi visión es el lugar donde las personas que tenemos el hábito y el deseo de escribir podemos habitar y sentirnos seguros.
Mi filial (y me atrevo a llamarla así por el sentido de pertenencia que adquirí con el tiempo) es una parte de ese todo y ahí reside la importancia.
Si todos los miembros de Sade Nacional no tuviésemos la filial correspondiente no podríamos expresarnos del modo en que lo hacemos porque sería difícil reunir a todos.
Pero sabemos que pertenecemos y que podemos levantar un brazo y llamar a otros peregrinos que aún están buscando un área de descanso.

Carlos Brid
Nacio en San Fernando. Provincia de Buenos Aires. Es mienbro de Sade Filial Zona Norte. Se desempeño como Secretario de Cultura de dicha filial en el periodo 2018-2020. Participa activamente de destintos foros de poesía (Poesía castellana, El desvan del poeta, Poemas del alma, Poeticus, Red federal de poesía, Union Hispano Mundial de Escritores, entre otros). Integro más diez antologias y es autor de los libros: Las luces de los faros (2014) y Los frutos intactos (2017).