María Elena Walsh, la poeta que pronunciaba lo invisible

Figura ineludible de la cultura nacional, Walsh trascendió generaciones con su poesía, su música y su mirada crítica. Su obra, rica en ternura y en sabia ironía, elevó lo cotidiano a la categoría de lo poético: desde La canción de tomar el té hasta resignificar la experiencia doméstica femenina, como espacio legítimo de poesía y memoria.
María Elena Walsh nació en Ramos Mejía, Buenos Aires, en 1930. Desde muy joven, se destacó por su talento para la escritura. A los 15 años publicó sus primeros poemas en la revista El Hogar y a los 17 editó su primer libro de poesía, Otoño imperdonable, que fue elogiado por célebres escritores como Jorge Luis Borges y Pablo Neruda.
Fue una escritora precoz y adelantada a su tiempo, poemas como Retrato de señora que hace dulces consagró un santuario para tantas mujeres que, como su madre, Lucía Elena Monsalvo, sufrían maltratos mientras sostenían la vida cotidiana dentro de jaulas invisibles. Siendo abiertamente homosexual en una época tan gris como las fotografías, viajó, cantó, escribió y convivió muchos años con su pareja, la célebre fotógrafa Sara Facio que retrató a numerosas figuras de la literatura.
Su carrera artística fue multifacética: escribió canciones, cuentos, ensayos, poesía y obras teatrales. Se la conoce ampliamente por sus canciones infantiles, como El Reino del Revés, Manuelita la tortuga y La Reina Batata, que de niña escuchaba y cantaba en el colegio incluso. Recientemente descubrí que también produjo canciones críticas con respecto a la censura y problemas sociales, destinado a los adultos. Durante la última dictadura militar, por ejemplo, su texto Desventuras en el país-Jardín-de-Infantes fue leído como un acto de resistencia poética frente al autoritarismo.
Walsh fue una pionera en la literatura infantil argentina, y recibió numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Konex de Platino y el título de Ciudadana Ilustre de Buenos Aires.
Físicamente dejó este mundo en el año 2011, tras luchar durante años contra la osteoporosis enfermedad que le diagnosticaron a los 47 años. Sin embargo, aún se escuchan sus composiciones, como La canción de tomar el té, que recuerdo oír en el luminoso reverdecer del jardín de infantes. Con el tiempo, mi adolescencia se afinó en la lectura de sus poemas introspectivos. Sé que esta escritora no nos abandona; su voz, como contemporánea de las hojas, sigue inmersa en nosotros, blandiendo todavía lo invisible, lo cotidiano.
(…) Fabrico por antojo
Dulzuras que obligada cometiste,
Transmuto para no interrumpir
el linaje de los frascos
empezado hace tantas abuelas.
Obro por reverencia y no deber,
para que mueras menos
y sientas, pobre ausente,
que hago un reino de tu servidumbre.
María Elena Walsh, Poemas y canciones, Alfaguara, 2014, pág. 186.