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CRÍTICADestacadasOPINIÓN / RESEÑA
Home›TEMAS›CRÍTICA›Entre Virginia Woolf y Elizabeth Barrett: un cocker spaniel

Entre Virginia Woolf y Elizabeth Barrett: un cocker spaniel

Escrito por V. J. Simón
13 agosto, 2025
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“…existía un cierto parecido entre ambos. Al mirarse, pensaba cada uno de ellos lo siguiente: Ahí estoy… Y luego cada uno pensaba: ¡Pero qué diferencia! La de ella era una cara pálida y cansada de una inválida, privada de aire, luz y libertad. La de él era la cara ardiente y basta de un animal joven: instinto, salud y energía. Ambos rostros parecían proceder del mismo molde, y haberse desdoblado después; ¿sería posible que cada uno completase lo que estaba latente en el otro? Ella podía haber sido… todo aquello; y él… Pero no, entre ellos se encontraba el abismo mayor que puede separar a un ser de otro. Ella hablaba. Él era mudo. Ella era una mujer; él, un perro. Así, unidos estrechamente, e inmensamente separados, se contemplaban. Entonces, se subió Flush de un salto al sofá y se echó donde había de echarse toda su vida… en el edredón, a los pies de Miss Barrett…”.

En un singular juego literario y a través de la inocente mirada de Flush -que es quien narra sus vivencias-, Virginia Woolf cuenta la historia de una de las poetisas más importantes del periodo victoriano: Elizabeth Barrett. Primero, recluida en una habitación oscura y sombría, en la letanía de la enfermedad y luego en la Italia de tonos rojizos, calor, vino y pulgas.
Flush habla a través de la pluma de Virginia Woolf, quien no fue contemporánea a Mrs. Barrett Browning (nombre de casada), sino que se sirvió de los poemas y correspondencia de la misma para poder recrearla.
El rigor biográfico y descriptivo de Woolf, combinado con la concepción del mundo a través de los ojos de Flush es lo que hace tan atractiva la lectura de la obra que nos deja una Inglaterra casi palpable. Con perros de raza bebiendo de vasijas púrpuras, paseando obligadamente con cadenita bajo el riesgo de caer en la red especializada en el secuestro de animales domésticos, actividad esta que generaba una renta con la cual se podía vivir holgadamente.
Aunque la obra sólo narra uno de los secuestros de Flush, los registros epistolares nos revelan que fue víctima de esos episodios tres veces. Siguiendo las descripciones casi tangibles de Woolf, aparece el Kennel Club con las exigencias morfológicas de la aún vigente institución, y el cambio de realidad social al salir de su casa de puertas caoba y llamadores de bronce, al rescate de su perro en Whitechapel, lugar en el que “las personas dormían en el piso de arriba de los establos, y donde no había una ventana sana; un mundo en el que sólo se dejaba correr el agua dos veces a la semana, donde el vicio y la pobreza engendraban más vicio y más pobreza”.
Si bien Woolf no hace hincapié en las inclinaciones de la poetisa, quien hizo campaña por la abolición de la esclavitud -aún cuando ello implicaba grandes pérdidas para la economía familiar, siendo de hecho una de sus propiedades confiscadas para satisfacer acreedores-, la sensibilidad que refleja es digna de la persona cuya historia de vida se biografía.
Asimismo, y aunque no se resaltan explícitamente los ideales que defendía, se percibe el eco de A Vindication of the Rights of Woman: with Strictures on Political and Moral Subjects, de Mary Wollstonecraft —madre de Mary Shelley, autora de Frankenstein—, obra en la cual se consideraba a la mujer no como un adorno marital, sino como un par de su marido, que merecía los mismos derechos fundamentales que los hombres, máxime que eran las que educaban a los niños resultando imperiosa su instrucción -según su estatus social, claro está, pues nos remontamos al año 1792, fecha de publicación de la obra inspiracional-, siendo que todo ello se encuentra implícito en la valentía con la cual, evadiendo una fuerte presencia paterna, mantuvo oculto el noviazgo con Mr. Robert Browning, casándose aún en secreto, y partiendo a Italia solo con su perro, su doncella, Lily Wilson y su ferviente esposo.
El matrimonio se asentó en la Casa Guidi, en Florencia, donde -ya desheredada- Mrs. Barrett Browing continuó con su producción literaria. En el libro, Flush observa con asombro como Elizabeth se divide en dos al convertirse en madre, explora y vive libre en una nueva sociedad sin distinciones de estirpe, y sin temor a secuestros extorsivos.
Las descripciones de Flush sobre Florencia a través de los olores y las percepciones en sus almohadillas transmiten la paz de la libertad sin preocupaciones. Con un cierre perfecto Virginia Woolf escribe “ni una sola de sus innumerables sensaciones se sometió nunca a la deformidad de las palabras”.
La historia de Elizabeth Barrett y Flush se inicia en el 50 de Wimpole Street y termina en Florencia, su lugar feliz. Flush reposa en la Casa Guidi, la que supo ser el hogar del matrimonio Barrett Browing, donde también concluyó la vida de la poeta victoriana, quien antes de partir nos legó su obra, su inolvidable Soneto XIV, y el dedicado a su mejor amigo y espejo, Flush.

“…But of thee it shall be said,
This dog watched beside a bed
Day and night unweary, —
Watched within a curtained room,
Where no sunbeam brake the gloom
Round the sick and dreary.
Roses, gathered for a vase,
In that chamber died apace,
Beam and breeze resigning —
This dog only, waited on,
Knowing that when light is gone,
Love remains for shining.
…And because he loves me so,
Better than his kind will do
Often, man or woman,
Give I back more love again
Than dogs often take of men, —
Leaning from my Human.
Blessings on thee, dog of mine,
Pretty collars make thee fine,
Sugared milk make fat thee !
Pleasures wag on in thy tail —
Hands of gentle motion fail
Nevermore, to pat thee !
Downy pillow take thy head,
Silken coverlid bestead,
Sunshine help thy sleeping !
No fly ‘s buzzing wake thee up —
No man break thy purple cup,
Set for drinking deep in”.

To Flush, my dog.

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