Addenda et corrigenda (Lo que se añade y lo que se corrige)

La acertada tapa en tonos sepia, al modo de amarillenta hoja ajada, con señas de raspones y manchas, nos habla de las consecuencias de una actividad relacionada con aquello señalado por el título.
En la página siguiente a la dedicatoria, “Por mis cinco Reyes Soles”, se hace presente -en el “Prólogo”- la voz de Bertha Bilbao Richter, quien lo ha titulado: “Veintiún cuentos de Lidia Rissotto- Perspectivas imprevisibles y erótica del texto”. Y, sin duda, después de leer atentamente todos y cada uno de los relatos aquí enunciados, es posible compartir con la analista la interpretación por ella expuesta: “Un desafío a los cánones tradicionales en que un suceso central constituye la exigencia de este género narrativo, nos propone Lidia Rissotto, conocedora de cuantas teorías del cuento hayan sido elaboradas…”.
Luego de una reseña, en la que se detiene en la diversidad temática y en el tratamiento estilístico evidenciado en los textos, deduce: “Sería vano el intento de entrelazar estas notas sobre los cuentos de Lidia Rissotto para una reflexión totalizadora”. Por lo cual, Bertha Bilbao Richter avanza refiriéndose a la fusión de realidad con fantasía y al desdibujamiento de los límites entre el sueño y la vigilia, en el cuento “La señora V”; o a la capacidad extrasensorial de la protagonista de “La casa”; o a los saberes de la autora relacionados con la fonética, puestos de manifiesto en “La inundación”; o al uso del recurso “cortazariano” del golpe a la mandíbula en el ring literario, a fin de lograr una “intensificación del cuento”, que se advierte en “La ventana”; autor éste especialmente reivindicado en “Las Galerías”, carta donde la narradora entrecruza hábilmente tiempo ( pasado y presente) y espacio (París-Buenos Aires), con el propósito de devolver a Julio ciertos obsequios recibidos, regalos simbólicos que encarnan enseñanzas , “todo ya es mío”, dice la narradora.
Más adelante, Bertha Bilbao Richter señala una cualidad notable, perceptible en estas páginas: “…advertimos en este libro una identidad autoral en que la cuestión moral antecede al conflicto, como leemos , sin lugar a dudas, en “El chico”, “Tía Pura”, “La Rosario”, “Fantasma”. En síntesis, la búsqueda de la verdad a través de matices”.
Finalmente y acusando el impacto sufrido como lectora, afirma: “…Quedamos deslumbrados ante la forma, con un fondo atravesado de fulguraciones, para mostrar individualidades y sus circunstancias reales o solamente interiorizadas, para encontrar el parentesco entre las criaturas y ficciones y estremecernos con lo que les acontece, con sus emociones, con los vacíos inquietantes de lo no dicho o lo no escrito”.
Respecto de la lectura de estas historias, en las cuales se advierte la influencia de Julio Cortázar, es oportuno retomar su definición: “El cuento, como género literario, es un poco la casa, la habitación de lo fantástico”, expresión que va de la mano con el propósito central de despertar la participación de quien lee, invitándolo tanto a incursionar en lo ficticio como a sentirse coautor. Preocupado por el papel del lector, concibe posibles clases de lectores y sistemas de lectura – idea que desarrolla en Rayuela (1963) al diseñar dos modos, con recorridos distintos: “La lectura abolirá el tiempo del lector y lo trasladará al del autor. Así el lector podría llegar a ser copartícipe y copadeciente de la experiencia por la que pasa el novelista (…) está operando el misterio que el lector cómplice deberá buscar (…) Lo que el autor de esa novela haya logrado para sí mismo, se repetirá agigantándose, quizá, y eso sería maravilloso, en el lector cómplice” (1983). Tipología de lector que Lászlo Scholz, – después de enumerar las características del lector-hembra, del lector-alondra, del lector-diagonal- determina como el más importante, ya que es el único que puede cumplir los deseos artísticos del autor, es el co-autor, un cómplice a través de y en la literatura (1977).
Volviendo al libro de Rissotto, y aplicando esta idea de “lector cómplice”, resulta interesante profundizar en la intencionalidad de la autora, puesta de manifiesto al vincular el título del libro con el relato de título homónimo, y a la relación de éste con el cuento final: “Addenda et Corrigenda- Juan 2:1-10”- y “El secreto”. Intención que amplía su sentido con las referencias a versículos de la Biblia, incorporando así una ética y una estética, un arte poético esbozado metafóricamente.
El primero – Addenda et Corrigenda- constituye una versión de la narración bíblica acerca de lo sucedido durante una boda en Caná de Galilea, de la cual participaban María, Jesús y sus discípulos. Historia que aquí es presentada en tres actos, cuyo párrafo inicial narra el momento en que María indica a Jesús que el vino se ha acabado. En el relato efectuado por el apóstol Juan, el hijo contesta: “¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha venido mi hora”; a renglón seguido Jesús solicita que se llenen las tinajas vacías con agua y así sucede el milagro. En la versión de Rissotto, los hechos presentan un giro ya que el hijo responde: “Yo nada puedo hacer”, y la madre piensa, mirando los recipientes: “Qué remedio: hágase el vino”, con lo cual esta voz narrativa pareciera adjudicar el milagro a la mujer madre, a María, a su mirada capaz de transmutar el carácter de la sustancia encerrada en los odres. En el segundo acto se narra el momento en que uno de los sirvientes trasiega el vino a un ánfora y el encargado de la boda decide catarlo –presa de la duda acerca de su calidad. Al determinar la superioridad respecto del vino servido al principio, piensa que ha incurrido en un error. En el tercer acto, el responsable llama al novio y le pregunta por qué ha decidido servir el buen vino al final cuando todos han tomado demasiado como para apreciar su calidad. El novio, asombrado, bebe y dice: “Tienes razón. Guarda el vino y trae agua”. Un cierre que en un sentido reafirma el sentido bíblico- Jesús trae lo mejor al final- y en otro sentido lo niega: el novio, el que se casa, en lugar de compartir la bebida, corrige, enmienda el supuesto error, apropiándose del milagro.
El segundo, “El secreto” – una historia plena de aromas, colores y sabores-, inicia con epígrafe bíblico: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios. Y la Palabra era Dios” (Prefacio, Evangelio según San Juan, 1:1) y se lee como la versión contraria. Desde el inicio, presenta a una protagonista involucrada con la generosidad: “Ella sabe que algunos la envidian. Pero para las maldades tiene remedio: a quien se lo pide le presta un chivo para el servicio, total, sus cabras paren de a dos cabritos, aunque los machos anden de un lado a otro”. A continuación, el discurso se centra- por un lado- en un anhelo vuelto realidad gracias a la esforzada y amorosa voluntad de esta mujer: el cuidado de una viña con el propósito de elaborar vino para la boda de su único hijo y – por otro- en la decisión de los protagonistas de compartir ese vino, el mejor, el de los finales, con los invitados.
Entonces, regresando al título, es posible reunir, amalgamar estas dos historias, cuyo nexo se eleva sobre diferentes escenarios temporales y espaciales – nexo simbolizado en la boda y en el vino- . Hay en ambas un agregar y enmendar, tanto en el milagro divino- el agua convertida en vino-, como en la creación humana, -un vino elaborado gracias a la decisión de la protagonista-. Paralelismo que adquiere un nuevo sentido con el epígrafe de “El secreto”, ya que nos remite al carácter de lo creado-literario – en este caso obra de una voluntad, carácter y decisión femeninos-donde el vino de la palabra compartida desata una eterna película de recreaciones, permanentemente adicionada, corregida y reinventada, cuyo fin, destino, razón de ser, es la comunión en y con la comunidad lectora.