
Las/os artistas contemporáneas/os Gabriela Aberastury, Iñaki Martínez, María Luz Seguezzo y Emilio Reato se integraron a artistas nacionales e internacionales de diversos tiempos y territorios allende la razón para develar el legado atemporal de lo onírico y de lo real, de lo visible e imaginario. La exhibición permaneció hasta el 31 de octubre en este espacio de 1920, década en que surge el surrealismo.
El movimiento surrealista nace luego de la primera guerra mundial como hálito rebelde frente a la crisis de sentido, al trauma, a la desilusión, al razonamiento y la lógica de la vida rutinaria. Lo define André Bretón como “automatismo psíquico puro”, una verdadera invocación liberadora del subconsciente, para recorrer territorios de ensueño y de deseos reprimidos. El impulso surreal llega en ósmosis creativa a América latina, con verdaderos visionarios del subconsciente y de una mirada interior que construye identidad y resistencia al fusionar el misterio de lo mágico, mítico y ritual, con lo político y espiritual en territorios para la maravilla.
Entre el mundo tangible y el imaginario, los cuatro invitados contemporáneos retoman el legado surreal desde diversos soportes y técnicas en diálogo con los argentinos Roberto Aizenberg, Carlos Killian, Víctor Chaab, Sameer Makarius, Osvaldo Borda, Marcelo Lazarte, Jorge Diziervo y los maestros internacionales Rufino Tamayo, Roberto Matta, Joan Miró y René Portocarrero.
El asombro sostenido frente a estas posibilidades expresivas es asimismo el nombre del libro de la vida/obra de Gabriela Aberastury, vivencia directa frente a sus producciones, efluvio de conciencia profunda, coherencia, reflexión filosófica abisal sobre la realidad, la existencia y la búsqueda del Alma por la verdad. La riqueza de sus creaciones -que merecieron una gran muestra a sus trece años y becas en Alemania desde los 16- no es solo técnica, como puede verse en las expuestas No estamos solos, Recuerdos-olvido, Vicent, y Una tarde con Albert; sino en lo que subyace en ellas e impide la inmediatez en su observación.
Quizá también porque Gabriela asistió siendo niña al taller de Juan Battle Planas -uno de sus maestros- es que comparte algo más sobre la definición de Bretón: “Con apenas tres palabras, abre un abanico de posibilidades sobre la capacidad del ser humano de sumergirse en sus pensamientos y emociones para trasladar fuera del-sí-mismo la expresión creativa de toda manifestación artística, la cual excede al ejercicio que utilizaron artistas del S. XX. El surrealismo, abarca más de lo que se le ha entendido hasta ahora sobre esta tendencia. Si se analiza su evolución hasta la obra contemporánea, podemos ver también aquel reflejo de la apertura inicial del aparato psíquico dentro de la expresión artística. El ser humano piensa, sueña y transmite; asocia dentro y fuera del sí mismo. Produce imágenes a partir de ello con una capacidad extraordinaria al hilvanar pasado, presente y futuro. El surrealismo, tiene algo de ese hoy, ayer y mañana sin fronteras temporales. No solo es sueño, sino imaginación ilimitada en lo simultáneo de estos tres tiempos”.
Las series de Iñaki Martínez Viajes de escafandra y Nynfacea, que se exhiben en parte en Sueños sin fronteras, son relatos potentes donde las escenas y sus personajes -mayormente escafandristas exploradores- habitan atmósferas híbridas, coloridas y saturadas, fusionan realidad y fantasía entre especies y vegetaciones únicas.
Formado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de la Plata, Iñaki se inspira en Dalí, en antiguos botánicos naturalistas y en Gabriel Sainz en el marco local: “La exploración del mundo natural es mágica en sí misma. Estoy atento a la vida invisible, esa fuerza vital indescriptible que podemos percibir en formas y colores”.
Su obra -inscripta en el realismo mágico- se ha expuesto también en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). En las imágenes que boceta y luego trabaja su clima en una tablet previo al pasaje a bastidor o a murales que realiza con pleno disfrute y tiempo; coexisten el espacio, la profundidad y focos en detalle para descubrir micro mundos amables que pocos ven y muchos quisieran habitar.
Los óleos y objetos de María Luz Seghezzo invitan a una teatralización metafísica de escenas matrices donde el actor principal es la condición humana como modelo que desobedece la lógica, personificando en soledad su autoconciencia y los conflictos, entre luces y sombres. Este anticipo del pensamiento surrealista es una oportunidad para recobrar la gracia del Alma para que, con un megáfono si es necesario, haga escuchar lo que en verdad sabe e irradia, para ver la vida como. espacios de silencio luminoso en la mística de los tiempos sin reducir la libertad a las circunstancias, siendo marionetas inconscientes de la existencia.

Es sin dudas reduccionista inscribir en el surrealismo la solidez expresiva desde su formación como Profesora y Licenciada en Bellas Artes en la Universidad Nacional de Rosario y en los talleres de Rivero y Julio Vanzo, con la que María Luz en sus composiciones, recrea en una suerte de teatrino personajes y objetos largamente guardados en la memoria colectiva. Será por eso que Rafael Squirru le escribe un poema sobre la sabiduría de su pincel con la que representa el diálogo entre uno y el medio, entre cubos, mujeres, dosis de rocío del todo y grandes como Berni y Gambartes, para intentar describir las voces comprensivas del Alma en su obra…
La producción visual de Emilio Reato es pulsión creativa que roza un realismo improbable en tanto fáctico, no obstante, a que suelen asociar su obra a la corriente surrealista. La libertad de su imaginario, espacioso en horizontes, cielos, arboledas e imágenes bajo la lona circense vecinal., remite a su infancia en San Antonio de Padua, al juego con barro y el planificar casas. Más tarde lo cumple el niño interno de la mano del adulto en su formación como maestro mayor de obras y arquitecto, y lo re actúa en su memoria en escenas como un film de Wes Anderson, que desafían su composición, deliberadamente aleatoria.
Emilio toma la lucha interna del artista como vehículo en tensión dinámica como el escenario donde cambia de lugar elementos y recursos plásticos figurativos recreando esa extrañeza surreal que a veces produce el vértigo de estar vivos, sin importar tanto la imagen como el canal a través del cual se manifiesta luego, ordenada en el plano. En ese afán de que el arte como expresión arcaica de cultura llegue a todos, en un círculo tan dinamizante del paisaje como integrador de otredades donde nos encontramos, con o sin palabras; la expresión creativa y sus caminos -la cual estudia en la Escuela de Arte de Luján- llega con su mensaje compositivo de signos, forma y color.
Sumar a los bastidores tradicionales de mayor formato, soportes circulares no es casual. Quizá sea reminiscencia del taller de Roberto Páez al que asistía, donde círculo y energía creativa se asociaban al arte marcial del Tai Chi Chuan y, en ese hilo, haya entretejido en la muestra “Circular” reciente, la integración de formas y modos en su barrio donde 200 obras irradiaron presencia dentro y fuera de espacios de arte, habitando salitas de salud, talleres mecánicos y negocios. La causalidad de series y paleta que retoma para esta muestra lo avecina a Roberto Aizenberg hacia nuevas conversaciones sin tiempo sobre el sentido de la vida y sus ciclos eternos.
The Art Gallery
Dir. Sergio Kadisz
Uruguay 967(CABA).








