
El escritor Waldemar Oscar von Hof presenta su séptimo hijo literario, Tinta Revelada, una colección de veintiún cuentos que fueran publicados en la sección Cuentos del diario El Territorio de la provincia de Misiones.
Es otoño una vez más en las sierras cordobesas, tiempo ideal para tomar un libro de cuentos y leer tumbados en la cama en las largas siestas. Esta es la propuesta de Tinta Revelada, mi séptimo hijo literario. Cuentos que hablan de inmigrantes que llegan al país detrás de un amor prometido al que después nunca encuentran, de maestros que saben enseñar el arte de transformarse en animales y de los efectos que producen en la naturaleza y en las personas el viento norte en las sierras cordobesas.
Soy escritor de alma, lo aprendí al escuchar los cuentos de mi madre en las largas noches de la chacra misionera. Licenciado en teología y como tal trabajo en la Iglesia Evangélica del Río de la Plata con congregaciones preexistentes al estado y de tradición protestante y reformada que tiene una larga trayectoria en compromiso social y en derechos humanos.
El título Tinta Revelada lo tome del cuento publicado en septiembre de 2022, que es un pequeño tributo a Ana María Cires, la esposa de Horacio Quiroga, quien se suicidara con un sublimado para el revelado de fotografías. Sublimado utilizado para que las imágenes, que captura el ojo de la cámara fotográfica, se revelen sobre el papel y sean visibles. Esta colección de cuentos pretende también revelar lo que mis ojos fueron captando y se fueron cristalizando en tinta, en letras y cuentos que hablan de una realidad tan misionera, tan de mi tierra y tan mía. Revelaciones que hablan de encanto, de sufrimiento, pero también de alegrías, de realizaciones y de sueños.
El periodista y escritor de Gualeguaychú Nahuel Maciel, quién fuera el que me puso el mote de ‘escritor’ al publicarme columnas en el diario El Argentino, en Gualeguaychú, Entre Ríos, en su prefacio dice: “En esta colección no hay artificios ni disfraces. Hay cuentos nacidos del temblor de una frase, del relámpago de un recuerdo, del apremio generoso de un amigo que pide una historia para mañana. Y entonces, el autor hace lo que hacen los buenos narradores: recoge del mundo lo que el mundo va dejando atrás —una superstición, un canto, una mirada de niño, un perro que ladra en la siesta— y lo transforma en relato. Se siente en cada página la cercanía del río y del benteveo, del fuego y del mate compartido. Se siente el peso liviano de las costumbres y la gravedad secreta de la fe popular. Hay hombres y mujeres que cargan sus días como quien carga una canoa río arriba. Y en ese esfuerzo —humilde, poético, visceral— se revela una belleza que no necesita ser explicada. Basta vivirla. Basta leer”.
El maestro y cantor Ricardo Maldonado de la ciudad de Nagoya, Entre Ríos con su Ediciones del Clé y el Taller del Poeta hizo posible la edición, impresión y puesta en escena de este libro. Lo he elegido porque con sus proyectos además de editar e imprimir libros tiene causas nobles como la revista El Tren Zonal una publicación que se enfoca en temas sociales, institucionales y culturales teniendo como lema “por la interacción de los pueblos”. Busca rescatar historias y costumbres de la gente, en su programa de radio El Tren Zonal que se emite por Radio Nacional Paraná, LT14, cuyo objetivo es difundir la cultura, la música y la historia de la región.
El acápite del libro lo he tomado de la novela El juego de los abalorios, de Hermann Hesse, y en el prólogo fundamento que “En referencia a la cita, Hesse escribe que la alegría, yo lo traduciría como ‘exultación’, se logra a través del arte. El escritor alemán seguramente conocía la profundidad de sentimientos que se generan cuando se hace, ejerce o practica el arte, algo de lo cual los orientales saben mucho y lo expresan en la palabra ‘zen’. En su novela, el autor de El lobo estepario, describe una realidad vivida en Castalia, esa especie de ciudad futurista con características monacales, donde ya no importa el dinero, la posesión material ni las pertenencias, si no la profunda alegría, utilizando la traducción más común, que genera la vida artística, donde la sabiduría, la espiritualidad y la pertenencia a una comunidad se logra en el juego anual de los abalorios”.
Dedico este libro a mi abuela Clara, una inmigrante alemana que llegó en 1922 a la tierra colorada con su pequeña máquina de escribir en el baúl y a su hija, mi madre Gerda porque me han leído muchísimos cuentos en las largas noches de invierno delante de la cocina a leña y me han obligado a leer en las calurosas siestas misioneras.
En la contratapa afirmo: “Voy descubriendo revelaciones en las historias de la infancia, pero también en lo que vivo, siento y descubro día a día en mí tierra misionera y en el lugar en que me encuentro transformándolas en letras, historias y relatos. Será cuestión de tener este libro sobre la mesita de luz para abrirlo en las siestas, o en las noches de insomnio y descubrir estas revelaciones en tinta.








